Violencia en las escuelas

Descripción

Introducción:La noción de violencia escolar es una construcción social. Es un concepto construido desde el imaginario colectivo e impuesto por la opinión pública a partir, claro está, de una realidad cotidiana violenta. Y esta construcción social es solidaria con la responsabilidad que les cabe a las comunidades, que son las que construyen este tipo de nociones. El fenómeno de la violencia escolar se implanta como un discurso que permite construir una imagen sobre la realidad social. Esta imagen hace las veces de una envoltura formal de la problemática. Y entonces, esta realidad así planteada, paradójicamente, pacifica. ¿Por qué? Porque el “fenómeno” de la violencia escolar aparece, entonces, delimitado y ajustado a una idea más inteligible, más aprehensible. De este modo se puede ejercer vigilancia y control social sobre ella, con el objetivo de dominar lo que se presenta como caos y descontrol. Proponemos redefinir la noción de violencia escolar entendiéndola como violencia social que irrumpe en las escuelas y no como una entidad o una categoría sociológica más. Pensar e investigar cómo se construye socialmente la noción de violencia escolar será un objetivo principal en este estudio. Analizaremos desde la sociología del conocimiento el imaginario social y desde el psicoanálisis la constitución subjetiva del hombre. Tomaremos también algunos conceptos del Derecho para poder dilucidar las normativas que regulan la vida y las acciones de los más jóvenes en nuestro país, para llegar así a una idea más certera: violencia “en” las escuelas. Intentaremos comprender, primero, el origen y la conformación subjetiva del ser humano para hacer más perceptible cómo construye hostilidad y agresión hacia el entorno y hacia los otros semejantes. También, con la ayuda del psicoanálisis, podremos dilucidar qué valor tiene la conformación del control de los impulsos y el nacimiento de dos estructuras fundamentales para la subsistencia pacífica del hombre: la conciencia moral y el sentimiento de culpabilidad freudianos. Y, luego, al delimitar el imaginario social que se tiene sobre la ley y la justicia, se podrán determinar los valores legales y normas formales e informales que se da, a sí misma, una sociedad en un momento puntual. ¿Y por qué es importante hacer estas localizaciones? Porque las sociedades tienen baja tolerancia frente a lo que no encaja exactamente en los modelos e ideales comunitarios. Y su única respuesta, en el caso de los hechos de violencia en las escuelas, es la criminalización de los jóvenes, el castigo, la represión policial y la judicialización de las acciones. Veremos que la incorrectamente llamada violencia escolar es sólo un momento de la violencia social y que puede, manejada adecuadamente, ser un analizador institucional.1 no sólo del sistema educativo sino de la sociedad toda.La violencia social que asalta el orden escolar ha atravesado todas las épocas, los géneros, las edades, las clases y las jerarquías. Y la encontraremos en todos los procesos que dieron origen a las organizaciones educativas de nuestro país. Para poder percibir cómo ha sido esta evolución analizaremos, desde el psicoanálisis, y como un ejemplo, los aspectos subjetivos de algunos paradigmas de la historia argentina que nos acercarán al conocimiento de cierta ideología violenta ejercida sobre los niños que utilizaremos como modelo para pensar la infancia. Análisis que puede proyectarse sobre la historia de cualquier país.Iniciaremos ese recorrido a partir de la creación de la Casa de Niños Expósitos, a fines del siglo XVIII, que acogió a los primeros niños abandonados en las callejuelas del incipiente Virreinato del Río de la Plata. Luego haremos un alto en lo que fue el primer saqueo de niños de nuestra historia durante la Campaña de la Conquista del Desierto, que despojó a miles de familias indígenas de sus hijos. También analizaremos las falsedades y traiciones que dieron origen a las primeras legislaciones sobre la minoridad, perpetradas en la siniestra Ley de Patronato de la Infancia, en los inicios del siglo XX. Intentaremos, luego, mostrar cómo ciertos intereses espurios acompañaron las primeras leyes sobre adopción, en la Argentina; que definirían el destino de cientos de niños institucionalizados a partir del abandono parental. Asimismo, revisaremos las consecuencias que nos deparó la última dictadura militar (1976-1983). Época en que la niñez se convirtió en un botín de guerra. Todo este primer recorrido nos permitirá comprender que este presente no se construyó en la última década del siglo XX, época en la que se manifiestan más claramente la violencia, el consumo masivo de estupefacientes, y la portación ilegal de armamento dentro de las escuelas, sino que se fue gestando a lo largo de la historia social del país. Nuestro presente es la consecuencia inapelable de nuestro pasado.En estos tiempos de globalización cultural, la violencia social se ha transformado en un problema jurídico-penal, pero de carácter eminentemente sociopolítico y económico. Y la sociedad llama a ejercer control (y vigilancia) sobre la “anormalidad” de los grupos y de los sujetos que provocan hechos de violencia. Frente a este llamado de la sociedad, no se puede pretender que toda la problemática de la violencia en las escuelas tenga el mismo encuadre ni explicación. Ni se puede contemplar ni prevenir todo. Porque este ideal puede hacernos caer en el terrorismo institucional del panoptismo.2 Dado que la violencia en las escuelas es tomada por diferentes discursos: ético-jurídico, médico-psicológico, pedagógico-moral, entre otros, dedicaremos una buena parte de este trabajo a analizar las diferencias entre lo que se denomina tradicionalmente indisciplina y los hechos de violencia social que irrumpen en las escuelas, así como de los hechos aberrantes individuales o grupales, producidos por enfermedad mental, dentro de las escuelas. También abordaremos la declinación del orden democrático en las organizaciones educativas, tratando de rescatar, desde el punto de vista filosófico, el valor del concepto de “experiencia” como modo de supervivencia institucional. ¿Por qué “la experiencia” de asistir a la escuela es un valor que hay que rescatar? Porque esa “experiencia” es lo que va a fundar la posibilidad de que los jóvenes participen del proceso escolar. La “experiencia” quiere decir que cuando los niños y jóvenes van a las escuelas deben sentir que ese lugar les pertenece, que ellos participan y que registran que su presencia y su palabra tienen valor, tanto como para modificar esa realidad. No es posible que ellos queden fuera del proceso educativo y perciban que nada de lo que dicen puede llegar a modificar lo que ocurre en las aulas. Para esto hemos incluido un par de propuestas concretas de trabajo en el aula, tales como la conformación de los Consejos de Aula y los Nuevos Acuerdos de Convivencia Grupal. Estrategias que, pensamos, deberán implementarse desde el nivel inicial. Dentro de este marco de propuestas, expondremos cómo revalorizar la utilización del Proceso Grupal que atraviesan los niños y jóvenes en su tránsito por la escuela como una herramienta de dinámica y de trabajo grupal, y como un espacio de aprendizaje democrático.Finalmente formularemos, ante la magnitud que está tomando la violencia social proyectada dentro del ámbito escolar, una serie de políticas y estrategias de reducción de daños como herramientas concretas para los docentes y los profesionales de la educación. Las políticas y estrategias de reducción de daños son procedimientos y recursos que, al implementarse, tienden a reducir el daño que provoca la violencia social que irrumpe en la escuela. La reducción de la violencia, y de los daños que ella provoca, implica reforzar las escuelas como ámbito de pertenencia de los jóvenes -no el sistema educativo, porque esa será una tarea de la que se tendrá que ocupar el Estado-. Esto nos permitirá fijar nuestra posición frente a las propuestas de mediación escolar, las que, en su mayoría, no han podido resolver, hasta el momento, la temática de la violencia en las escuelas.No pudimos dejar de dedicarle un par de capítulos a la cuestión del consumo de sustancias tóxicas que está irrumpiendo cada vez más en el ámbito escolar. El uso y abuso de estupefacientes, en la actualidad, requiere de una detenida exploración de las causas objetivas y subjetivas, es decir, la familia y la sociedad bajo la lupa. Indagaremos qué es lo que lleva a un joven a consumir de modo poco reglado diferentes mercancías: drogas, alcohol, jeans, zapatillas, juegos electrónicos, tatuajes, piercings.Profundizaremos estos temas en los últimos capítulos, para dejar en claro que también ellos ingresan a las escuelas como problemática de estas épocas y le exigen al docente un manejo de la situación para la que no se fue capacitado, pero que se le reclama de todos modos. Esta invitación se plantea no sólo a los docentes sino a todo aquel que esté involucrado en la educación y en el porvenir de los niños. En definitiva, es una invitación a reconquistar la experiencia democrática para los chicos y los jóvenes. Y para eso hay un trabajo por hacer. Este trabajo no es necesario inventarlo. La Convención Internacional sobre los derechos del Niño es un instrumento que, en nuestro país, tiene rango constitucional desde 1994. Está ahí. Sólo hace falta que nos la apropiemos y que finalmente le demos fundamento y contenido a la letra de estas nuevas leyes,3 intentando, así, comprometer a una juventud responsable y con palabra propia.Para todo eso, la propuesta de este libro. Que no es más que la tarea de pensar. Y pensar en la infancia y en los niños, tal como el poeta Juarroz nos ha enseñado, equivaldrá a salvarlos.4